Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más tarde hubo razones, hubo madame Léonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras.

lunes, 25 de enero de 2010

Enfervorizar.

Y dime tú cómo haces para conseguir la dicha que te envuelve. Y en mis pocos años de vida he aprendido que para buscar algo es necesario haberlo tenido alguna vez. O haberlo tenido tan tan cerca, que incluso siendo algo intelectual, haya sido tan real que casi pudiste verlo y tocarlo. Pasaba mi tiempo libre escribiendo y leyendo novelas. Eso me hacía más feliz que cualquier contacto con alguien, Benedetti era uno de mis favoritos. Me sentaba en un sofá, o en el balcón, si el tiempo acompañaba, y levantando la mirada por encima de mis gafas de leer, me adentraba en un mundo dónde era más próximo a mi entendimiento. Pero cuando escribía, cuando escribía era diferente, lo hacía básicamente para ordenar ideas y no perderme en ellas. Ahí encontraba la cordialidad y la sensatez que tan difícil me era encontrar fuera de un papel rayado. Y así fui acostumbrándome, rara vez contaba mis problemas y preocupaciones a los demás. Nunca alguien se ganó lo suficiente mi confianza. Y por tanto aquel quehacer, se convirtió para mí, en un refugio y un arma, que poco a poco se convirtieron en una pasión.