Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más tarde hubo razones, hubo madame Léonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras.

miércoles, 27 de enero de 2010


Era alguien distinto a los demás y siempre le habían tratado como tal. Cada día, a la misma hora pero en diferente lugar subía a un escenario. Ninguna de sus actuaciones dejaba indiferente. Claro, nadie acostumbraba a ver como alguien realizaba tales trucos con semejante facilidad. Tenía buena fama allá por donde iba, pese a que sólo la gente con poder adquisitivo podía verle actuar. Y mientras para su fiel público aquello era digno de admiración y cuchicheaban preguntándose cuál debía ser el engaño, para él se iba convirtiendo en un hábito de tedio y rutina.
Él la esperaba dónde siempre, sentado en aquel banco, no sabía exactamente porqué, pero la costumbre les citaba allí cada mañana. Llegaba 10 minutos antes, para poder verla llegar. Y recordaba que aquella noche parecía que la luna les hubiera estado siguiendo para iluminar sus pasos. Lo recordaba perfectamente. Fría tarde-noche de diciembre, dónde el sol se había escondido hacía ya varias horas y el lugar estaba solitario, quién sabe si por el frío que calaba o porque la oscuridad temprana les impedía seguir con sus tareas hasta el día siguiente. Recordaba cada paseo que habían dado, cada cena y cada vez que a la salida del teatro le esperaba esbozando una sonrisa. Pero pese a su gran memoria, no conseguía acordarse de cómo la había conocido, quizá podía excusarse conque ya había pasado mucho tiempo desde entonces. Dejó de perderse entre sus recuerdos y quiso encontrarse de golpe con la realidad, continuaba sentado en aquel banco, húmedo por el rocío de la noche pese a que el sol incidía sobre él y le comía los colores. Y allí continuaba esperándola, su reloj le indicaba que ya llevaba medía hora de retraso. Quizá porque no tenía nada mejor que hacer la siguió esperando, la puntualidad no era una de sus muchas virtudes. La veía llegar,como cruzaba el puente, y miraba cómo su cara se reflejaba entre las aguas turquesa. Pero eso sólo sucedía en su mente, en un lugar en el que pasaría mucho tiempo pero de una chica la cual no volvería a ver jamás.